
Felicitaciones querido Jorge.
El libro ya ha salido a recorrer librerías para que todo amante de la lectura pueda conocer a quienes escriben en la Argentina de Hoy, y no están consagrados (todavía).
En esta oportunidad publicamos aquí un cuentito de Jorge (que no está en el libro) para que lo vayas conociendo.
El Aniceto
-¿Quién levanta este muerto?, pregunta el Aniceto, golpeando el bar, viendo que se levantaban los parroquianos para irse.
Encara al grupo y se abalanza sobre uno de ellos quien al darse vuelta, dejó ver que en su cara estrecha lucía una afilada nariz con la que parecía picarle a uno y que sus ojos grises habrían podido horadar una piedra sin inmutarse. Luego de la sorpresa, el Aniceto retira su mano del fulano en cuestión y le recuerda que debe abonar la cuenta. El fulano le arroja un billete sobre la mesa y se retira sin mirarlo.
Luego de hacer la caja y cerrar el boliche, se retira a su casa sin advertir que una sombra seguía sus pasos. Al llegar a la puerta de su casa, lo sobresalta un mal presentimiento y gira su cabeza. Al no ver a nadie, decide entrar y cuando está por hacerlo, una mano fuerte se interpone y lo empuja hacia el interior.
-¿Quién sos?, llega a preguntar antes rodar por el suelo y perder el conocimiento.
Una luz muy fuerte golpea sobre sus ojos y trata de taparla con sus manos, pero está atado de pies y manos.
Está solo y asustado.
De pronto el ruido de la llave lo sobresaltó.
Reconoce al fulano, quien se dirige a la mesa y vacía una botella de vino barato en su garganta para luego, con el último trago, escupirle la cara y, sin mediar palabra alguna, arroja un billete gastado sobre la mesa y luego lo libera.
Al salir de la casa le dirige la última mirada al Aniceto quien temblando de miedo alcanza a adivinar un dejo de desprecio en la voz del fulano: - “Quizás la próxima vez me trates mejor…”.
La puerta se cierra quejándose una vez más por la falta de grasa y el Aniceto con esperanza y vencido por el cansancio se quedó dormido sobre el piso.
-¿Quién levanta este muerto?, pregunta el Aniceto, golpeando el bar, viendo que se levantaban los parroquianos para irse.
Encara al grupo y se abalanza sobre uno de ellos quien al darse vuelta, dejó ver que en su cara estrecha lucía una afilada nariz con la que parecía picarle a uno y que sus ojos grises habrían podido horadar una piedra sin inmutarse. Luego de la sorpresa, el Aniceto retira su mano del fulano en cuestión y le recuerda que debe abonar la cuenta. El fulano le arroja un billete sobre la mesa y se retira sin mirarlo.

-¿Quién sos?, llega a preguntar antes rodar por el suelo y perder el conocimiento.
Una luz muy fuerte golpea sobre sus ojos y trata de taparla con sus manos, pero está atado de pies y manos.
Está solo y asustado.
De pronto el ruido de la llave lo sobresaltó.
Reconoce al fulano, quien se dirige a la mesa y vacía una botella de vino barato en su garganta para luego, con el último trago, escupirle la cara y, sin mediar palabra alguna, arroja un billete gastado sobre la mesa y luego lo libera.
Al salir de la casa le dirige la última mirada al Aniceto quien temblando de miedo alcanza a adivinar un dejo de desprecio en la voz del fulano: - “Quizás la próxima vez me trates mejor…”.
La puerta se cierra quejándose una vez más por la falta de grasa y el Aniceto con esperanza y vencido por el cansancio se quedó dormido sobre el piso.
Jorge Hermida
Ya tenemos en este blog otro cuento de Jorge Hermida que puede leerse en http://noesunapipa.blogspot.com/2008/05/el-potrerito.html
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