No juegues con la comida

Desde chiquitos pudimos haber recibido esta reprimenda por darle vueltas a un plato de alguna “exquisitez” que no lográbamos tragar. Es verdad, la comida estaba ahí porque es buena para nosotros y porque mamá, la abuela o alguien la había preparado con esfuerzo y amor.
Es así, la comida no es algo para jugar. Es lo que nos garantiza a nosotros y a nuestros hijos un buen crecimiento y desarrollo de las habilidades de nuestro cuerpo y mente. La salud sembrada a tiempo dará su fruto durante el transcurso de nuestra vida.
Hoy parece que hay gente que no ha asimilado esta enseñanza ancestral. Con la mira puesta en otros intereses hacen de la comida el instrumento de un juego perverso.

Los alimentos se han convertido en uno de los temas más importantes en el juego de la política y la economía internacional. Es decir, siempre fue importante, pero hoy tiene más relevancia y una nueva vigencia a causa de los desarrollos tecnológicos recientes. Las grandes multinacionales tienen sus garras puestas en este negocio trasnacional que genera y generará fabulosos ingresos a sus arcas. Los cereales transgénicos (esto es, modificados genéticamente) son la base de la agricultura moderna, que tiene en Argentina no de sus mayores exponentes gracias a sus condiciones de fertilidad fabulosas, desde hace mucho conocidas. No importa que los campos se degeneren por el monocultivo sojero porque se vive como si el suelo fuera a producir para siempre o porque hay una mirada miope obnubilada por ganancias rápidas. Lo que no muchos saben es que el grano transgénico que se utiliza para sembrar es de unas pocas multinacionales como Monsanto, que acaparan todo el mercado nacional y que se llevan gran parte del negocio. La comida no es un juego
Tenemos también el tema de los biocombustibles, cuya aparición trae aparejada la necesidad de más grano para su producción. Como consecuencia se disminuye la parte de la cosecha destinada a alimentación para trasladarla a las plantas de biodiesel o similares. Y bien sabemos que a mayor demanda de un producto, mayor precio. Y nos referimos al precio de los alimentos. No hay que jugar con la comida.

El incremento de los precios que vemos cada día en el almacén y el supermercado sólo refleja un aspecto de un fenómeno internacional en el que los aumentos de la comida para las poblaciones más pobres es causa de crisis civiles, hambrunas, revueltas, etc.

Comida para una semana, campo de refugiados, Chad (Foto: Peter Menzel)

Ya no se trata de saber quién pasa hambre ni quién morirá de hambre en el futuro, sino más bien de saber quién llegará el primero a la fase de la locura a fuerza de no tener nada qué comer.
La locura ya está en las calles africanas, asiáticas y latinoamericanas; y si Europa se alarma, es simplemente debido a los ejércitos de clandestinos que surcan las calles de las ciudades europeas, llevados por los suyos a través de carreteras y mares en primer lugar, y después por las policías del mundo libre por haber invadido un terreno que no soporta sus olores ni sus colores.

Nuevamente vemos que como en todo espacio en el que la riqueza y el poder son los protagonistas, unos pocos concentran la mayor parte dejando afuera con lo que sobra a la gran mayoría. Surgen algunas preguntas:
¿Por qué en el conflicto agrario de nuestro país se encuentran juntos la Sociedad Rural Argentina y los pequeños y medianos productores? Leer un poquito de nuestra historia nos recordará quiénes son las familias de la Sociedad Rurales y cómo manejaron los hilos políticos (y militares) de nuestro país en aras de sus intereses.



¿Por qué nuestro gobierno engloba en el frente opositor a todos los grupos y no divide entre los pocos que tienen la mayor parte del sector agrícola y ganadero y el resto?

¿Por qué si tenían tan claros los números, quién era cada quién, cuánto producía cada uno, qué extensiones de campo poseía, lo que producía, etc.; cuando impusieron las retenciones lo hicieron tan indiscriminadamente?

¿Por qué la extraordinaria renta financiera y de capitales sigue exenta de impuestos?

El tema de la concentración sique presente. A nivel nacional están en juego los intereses de unos pocos, como a nivel internacional los temas del alimento y el hambre es manejado por un puñado de países superpoderosos.

Comida para una semana, familia alemana tipo (Foto: Peter Menzel)

¡Qué paradojico vivir en tierra de abundancia y tener que tratar el tema de la comida! No es lógico que nuestra comida tenga precio internacional, o precio antojadizo, o precio temporada, o precio escacez. No es lógico que tengamos personas con problemas de desnutrición en una región en la que se pueden dar el lujo de derramar miles de litros de leche por las rutas cortadas.

No es lógico que un mundo que produce tres veces los alimentos que necesita toda su población tenga a la mitad de sus habitantes con alimentación deficiente y que cada 10 segundos mueran 3 hambrientos. Dios va a pedir cuenta por las imágenes que conocemos de nenes con pancitas hinchads y de mamás con manos de ramita y sin mirada que esperan..., no saben qué pero esperan. Para ellos la comida no es juego.
Un presidente citó a Jesús (con desfachatez) cuando dijo que a los pobres siempre los tendremos entre nosotros. Lo que no dijo, en su ya legendaria ignorancia, es que Jesús citaba una antigua ley hebrea que en su versión completa decía así: "Gente pobre en esta tierra, siempre la habrá; por eso te ordeno que seas generoso con tus hermanos hebreos y con los pobres y necesitados de tu tierra." (Deuteronomio 15:11).
Pensar así ¿será una utopía? Bueno, puede ser... Pero el realismo no nos está trayendo muchas soluciones, mi amigo. Tenemos mecanismos de expresión que debemos comenzar a usar y decirles a los que pueden manejar el poder: "no juegues con la comida, porque no tenés derecho, porque es un don de Dios, porque no te corresponde enriquecerte a costillas de la vida y la muerte de tu prójimo"